martes, 17 de febrero de 2015

Subgéneros Dramaticos (Ejemplos)

Bueno esta es mi ultima entrada sobre los géneros literarios, por último pero no menos importante nos quedan los SUBGENEROS DRAMATICOS... Vamos acabemos con este tema !!!

Género Dramático

 

 

Tragedia

 

Es una forma dramática cuyos personajes protagónicos se ven enfrentados de manera misteriosa, invencible e inevitable contra el destino o los dioses. Las tragedias acaban generalmente en la muerte o en la destrucción física, moral y económica del personaje principal, quien es sacrificado así a esa fuerza que se le impone, y contra la cual se rebela con orgullo insolente

" Morir…, dormir; no más! ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término devotamente apetecible! ¡Morir…, dormir! ¡Dormir!… ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida! ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio! Porque ¿quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete? ¿Quién querría llevar tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor de un algo, después de la muerte, esa ignorada región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno, temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros que desconocemos? " 
Fragmento de Hamlet
William Shakespeare
1603

Comedia

 

Es una de las partes que compone el género dramático, que principalmente se caracteriza porque sus personajes protagonistas se ven enfrentados a las dificultades de la vida cotidiana y por eso ellos enfrentan las mismas haciendo reír a las personas o a su "público", movidos por sus propios defectos hacia desenlaces felices donde se hace escarnio de la debilidad humana.






EGEO
¡Felicidades a Teseo, nuestro grandioso duque!
TESEO
¡Gracias, buen Egeo! ¿Qué te trae por aquí?
EGEO
Vengo, invadido de aflicción, a presentarle queja contra mi hija Hermia. Acércate, Demetrio. Este hombre, noble señor, tiene mi consentimiento para casarse con ella. Acércate, Lisandro; pero éste, bondadoso duque, ha embrujado el corazón de mi niña ... Tú, tú, Lisandro; tú has compuesto versos para ella y cambiado regalos amorosos; a la luz de la luna has cantado al pie de su ventana con voz engañadora trovas de un amor fingido y has encantado las impresiones de su imaginación con brazaletes de tus cabellos, anillos, adornos, fruslerías, caprichos, ramilletes, bagatelas y confites, mensajeros de extremado ascendiente sobre la inexperta juventud; con astucia has extraviado el corazón de mi hija, convirtiendo la obediencia que me debe en persistente obstinación. Por tanto, bondadoso duque, si aquí, en presencia de su Excelencia, mi hija no acepta casarse con Demetrio, reclamo el antiguo privilegio de Atenas; como mía que es, puedo hacer con ella lo que yo quiera, entonces deberá elegir entre la mano de este caballero o la muerte al instante, de acuerdo a nuestras leyes establecidas para este caso.
TESEO
¿Qué dices, Hermia? Reflexiona, hermOsa doncella. Para ti, tu padre debe ser como un dios; el único autor de tus gracias, sí, y el único para quien sólo eres como una forma de cera por él modelada y sobre la cual tiene el poder de conservar o borrar la figura. Demetrio es un caballero digno.
HERMIA
También lo es Lisandro.
TESEO
Personalmente, sí; pero, faltándole en este asunto el permiso de tu padre, el otro debe ser el preferido.
HERMIA
¡Quisiera que mi padre solamente mirara con mis ojos!
TESEO
Más bien tus ojos debieran mirar con su discernimiento.
HERMIA
Ruego a su excelencia que me perdone. No sé qué secreto impulso me hace atrevida ni en qué grado convenga a mi pudor el abogar por mis pensamientos en presencia de tan distiguida persona; pero suplico a su excelencia se digne comunicarme lo peor que en este caso podría sucederme si no acepto casarme con Demetrio.
TESEO
O perder la vida, o renunciar para siempre a la sociedad de los hombres. Por consiguiente, hermosa Hermia, consulta con tu corazón, considera tu juventud, examina tus inclinaciones, para que sepas si, no accediendo a la elección de tu padre, podrás soportar el hábito de religiosa y quedar desde luego encerrada en las sombras del claustro, a vivir tu vida de hermana estéril, entonando desmayados himnos a la yerta y árida luna. Tres veces benditas aquellas que pueden dominar sus pasiones y sobrellevar tan casta peregrinación; pero más dichosa es en la tierra la rosa cuya esencia destilamos, que la que, marchitándose en su tallo virgen, crece, vive y muere en bendición solitaria.
HERMIA
Así quiero crecer, así vivir y así morir, señor, antes que sacrificar mi castidad a un hombre cuyo yugo rechaza mi alma y de quien no puedo aceptar la soberanía.
TESEO
Piénsalo con calma; y por la próxima luna nueva (día en que ha de sellarse entre mi prometida y yo el vínculo de eterna compañía), prepárate a morir por desobediencia a la voluntad de tu padre, o, por el contrario, a casarte con Demetrio, como él desea, o jurar para siempre ante el altar de Diana austeridad y solitaria vida.
DEMETRIO
Acepta, dulce Hermia, y renuncia a Lisandro, a tu loca pretensión ante la evidencia de mi derecho.
LISANDRO
Tienes el amor de su padre, Demetrio; cásate con él y déjame a Hermia.


Fragmento de Sueño de una noche de Verano
William Shakespeare
1605
 

Melodrama

 

El término melodrama, similar al drama pero con varios personajes, es originario del griego μέλος = canto o música y δράμα = acción dramática. Tiene el significado literal de obra teatral dramática en la que se resaltan los pasajes sentimentales mediante la incorporación de música instrumental.







LXIX
DE LA HECHURA DEL GRAN KAN

El Gran Señor de los señores, que se llama Kubilai Kan¹, es de hermosa talla: ni pequeño ni grande, sino de hechura mediana. Es de carnes bien puestas; sus miembros están bien proporcionados. Tiene la faz blanca y bermeja como rosa, los ojos negros y hermosos, la nariz bien hecha y bien le cuadra. Tiene siempre cuatro mujeres, a las que considera sus legítimas esposas. Y el hijo primogénito que de estas hubo ha de ser, por derecho, señor del imperio después de la muerte de su padre. Se las llama emperatriz y a cada una por su nombre. Y cada una de estas damas tiene su propia corte, sin que en ninguna haya menos de trescientas doncellas, tiene muchos criados y escuderos y muchos otros hombres y mujeres; de tal guisa que cada una de estas damas tiene holgadamente mil personas en su corte. Y cuando quiere yacer con alguna de ellas la manda acudir a sus aposentos y a veces él va a los suyos.
Los Viajes de Marco Polo
Rustichello de Pisa, Marco Polo
1300

 

Tragicomedia

 

Es una gran obra dramática en la que se mezclan los elementos trágicos y cómicos, aunque también hay lugar para el sarcasmo y parodia.









Melibea.—Di, madre, todas tus necesidades, que si yo las pudiere remediar, de muy buen grado lo haré por el pasado conocimiento y vecindad, que pone obligación a los buenos.
Celestina.—¿Mías, señoras? Antes ajenas, como tengo dicho; que las mías de mi puerta adentro me las paso, sin que las sienta la tierra, comiendo cuando puedo, bebiendo cuando lo tengo. Que con mi pobreza jamás me faltó, a Dios gracias, una blanca para pan y un cuarto para vino, después que enviudé; que antes no tenía yo cuidado de lo buscar, que sobrado estaba un cuero en mi casa y uno lleno y otro vacío. Jamás me acosté sin comer una tostada en vino y dos docenas de sorbos, por amor de la madre, tres cada sopa. Agora, como todo cuelga de mí, en un jarrillo mal pegado me lo traen que no cabe dos azumbres...Así, que donde no hay varón todo bien fallece: con mal está el huso cuando la barba no anda de suso. Ha venido esto, señora, por lo que decía de las ajenas necesidades y no mías.
Melibea.— Pide lo que querrás, sea para quien fuere.
Celestina.—¡Doncella graciosa y de alto linaje! Tu suave fabla y alegre gesto, junto con el aparejo de liberalidad que muestras con esta pobre vieja, me dan osadía a te lo decir. Yo dexo un enfermo a la muerte, que con la sola palabra de tu noble boca salida, que le lleve metida en mi seno, tiene por fe que sanará, según la mucha devoción tiene en tu gentileza.
Melibea.—Vieja honrada, no te entiendo si más no declaras tu demanda. Por una parte, me alteras y provocas a enojo; por otra, me mueves a compasión. No te sabría volver respuesta conveniente, según lo poco que he sentido de tu habla. Que yo soy dichosa si de mi palabra hay necesidad para salud de algún cristiano. Porque hacer beneficio es semejar a Dios, y el que le da le recibe, cuando a persona digna de él le hace. Y demás de esto, dicen que el que puede sanar a quien padece, no lo faciendo, le mata. Así que no ceses tu petición por empacho ni temor.
Celestina.—El temor perdí mirando, señora, tu beldad. Que no puedo creer que en balde pintase Dios unos gestos más perfectos que otros, más dotados de gracias, más hermosas facciones, sino para hacerlos almacén de virtudes, de misericordia, de compasión, ministros de sus mercedes y dádivas, como a ti. Y pues como todos seamos humanos...¿Por qué los hombres habemos de ser más crueles? ¿Por qué no daremos parte de nuestras gracias y personas a los próximos, mayormente cuando están envueltos en secretas enfermedades, y tales que donde está la melecina salió la causa de la enfermedad?
Melibea.—Por Dios, sin más dilatar me digas quién es ese doliente que de mal tan perplexo se siente que su pasión y remedio salen de una misma fuente.
Celestina.—Bien ternás, señora, noticia en esta cibdad de un caballero mancebo, gentilhombre de clara sangre, que llaman Calisto.
Melibea.—¡Ya, ya, ya! Buena vieja, no me digas más, no pases adelante. ¿Ése es el doliente por quien has fecho tantas premisas en tu demanda? ¿Por quien has venido a buscar la muerte para ti? ¿Por quien has dado tan dañosos pasos, desvergonzada barbuda? ¿Qué siente ese perdido, que con tanta pasión vienes? De locura será su mal. ¿Qué te parece? ¡Si me fallaras, sin sospecha de ese loco, con qué palabras me entrabas! No se dice en vano que el más empecible miembro del mal hombre o mujer es la lengua. Quemada seas, alcahueta falsa, hechicera, enemiga de honestidad, causadora de secretos yerros! ¡Jesú, Jesú! ¡Quítamela Lucrecia, de delante, que me fino, que no me ha dexado gota de sangre en el cuerpo! Bien se lo merece esto y más quien a estas tales da oídos. Por cierto, si no mirase a mis honestad y por no publicar su osadía de ese atrevido, yo te ficiera, malvada, que tu razón y vida acabaran en un tiempo.
Celestina (Aparte).—¡En mala hora acá vine, si me falta mi conjuro! ¡Ea, pues! Bien sé a quien digo. ¡Ce, hermano, que se va todo a perder!
Melibea.—¿Aún hablas entre dientes delante mí para acrecentar mi enojo y doblar tu pena? ¿Querrías condenar mi honestidad por dar vida a un loco? ¿Dexar a mí triste por alegrar a él y llevar tú el provecho de mi perdición, el galardón de mi yerro? ¿Perder y destruir la casa y la honra de mi padre por ganar la de una vieja maldita como tú? ¿Piensas que no tengo sentidas tus pisadas y entendido tu dañado mensaje? Pues yo te certifico que las albricias que de aquí saques no sean sino estorbarte de más ofender a Dios dando fin a tus días. Respóndeme, traidora: ¿Cómo osaste tanto facer?
Celestina.—Tu temor, señora, tiene ocupada mi desculpa. Mi inocencia me da osadía, tu presencia me turba en verla airada, y lo que más siento y me pena es recibir enojo sin razón ninguna. Por Dios, señora, que me dexes concluir mi dicho que ni él quedará culpado ni yo condenada. Y verás como es todo más servicio de Dios que pasos deshonestos; más para dar salud al enfermo que para dañar la fama al médico. Si pensara señora, que tan de ligero habías de conjeturar de lo pasado nocibles sospechas, no bastara tu licencia para me dar osadía a hablar en cosa que a Calisto ni a otro hombre tocase.


La Celestina
Fernando de Rojas
1499
 

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